domingo, 27 de septiembre de 2009

dios necesita un nuevo nombre

D. es mi amigo. El lleva dos años casado y es virgen. Su esposa no lo es, evidentemente, y no sólo por mí sino por la bastedad de amantes que tuvo y tiene. Sólo soy el de turno y el que más a perdurado, tanto que ahora soy muy buen amigo de D.

La conocí virgen, a él también por cierto, aunque suene redundante; en una de esas frías mañanas de la universidad, cuando todo era menos complicado, la lleve a tomar unos tragos y la viole, estaba muy borracho para saber si en verdad era virgen o sólo era una pre o post regla, pero ella siempre afirma que fui el primero y casi siempre el último cuando se deshace de algún amante.

D. sabia que la follaba cuando la conoció, sabia que lo hacia con todo el mundo pero que con él no, con él nunca aunque le rogo y lloro y con el tiempo se acostumbro a la idea y dejo de interesarse por las demás chicas y en si por el sexo, la mimaba en lo que quería y se contentaba con verla follar con otros, pero en este punto ya ni se le paraba; él me cuenta todo porque soy su mejor amigo, eso también me lo dice.

Antes de que se casara me pidió que no siga con ella o por lo menos que me la follara sin que él se enterara y es lo que trato, pero se que él lo sabe, él sabe que folla con todo el mundo menos con él y… hasta ya siente dudas de su perro.

Fui el padrino en su matrimonio, por cierto sólo fue civil y sólo asistimos los padrinos y dos testigos. D. le pidió como regalo que se acostara conmigo mientras él veía, pero ella sólo le dio un beso en la mejilla y se fue con el testigo que era amigo mío, el otro, al que pagamos 10 soles por su firma, se fue al terminar las ruedas de vasos descartables llenos con champagne.

Algo confundida la madrina, amiga de ella, nos acompaño al departamento y, por tanto, a la cama que deberían estrenar la “feliz” pareja. Invite a D. a que se nos uniera, pero a pesar de su borrachera desistió y nos dejo, ya después salimos a la sala envueltos en sabanas para acompañarlo, y así pasamos siete días: medio desnudos, él no, bebiendo y aprovechando cuando dormía para irnos al cuarto y estar algo más cómodos. El se quedaba durmiendo en el sillón de la sala.

La mañana del sétimo día al salir de la habitación lo encontramos llorando. Me sentí una basura al hacerle semejante mierda mientras él sufría por ella, además yo era su mejor amigo, él lo repetía todos esos días, pero qué podía hacer.

- - Ya volverá, tío.

El sólo se paro en silencio y me señalo a un costado del mueble.

- Mi perro a muerto.

Y siguió llorando. El perro estaba en el patio de atrás y nos habíamos olvidado de darle sus alimentos y para colmo era mudo. ¡Un perro mudo!, esto parece una película japonesa como dice L, de las que no vi muchas.

- Me va a matar, me va matar –repetía– quiere a ese perro más que a mí.

Te lo aseguro, pensé, pero se me salió una carcajada y dije y sólo para variar mi pensar gano a mi cordura:

- E Esa perra no quiere a nadie, ni a los de su especie.

Después de una ligera pelea, bueno entre los dos me golpearon, y dos días más de tragos, fuimos a enterrar al perro algo rígido como galleta al agua y con cierto olor que el alcohol lo amilanaba, claro que exagerábamos, nadie quería decir que nosotros apestábamos a él. A nadie le extrañó, ni hicieron preguntas, ni nos miraron. Pensé que sí quería esconder un cuerpo, humano se supone, seria el mejor lugar al lado de un río y más si en este se vierten aguas servidas.

Cuando regresamos la encontramos tirada en el sofá completamente borracha y con algo de vomito en las comisuras y en su vestido que no era, por cierto, el que llevaba el día del matrimonio.

D. nos pidió que nos retiremos.

Desde ese día no supe nada de ellos hasta hoy.

Ella me llamo, diciéndome que D. había muerto, se había colgado y que había muerto dignamente con el pene erecto.

Ella me cuenta todo porque es mi mejor amiga y creo que estoy un poco enamorado de ella.

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