miércoles, 12 de mayo de 2010

Qbi

KOKORO

(Fragmento...)

La música se reproduce en orden aleatorio, la Tv en silencio, hombres negros parecen gritarse y apuñalarse en un algún callejón de algún barrio norteamericano. Takako Minekawa suena mínima, repetitiva. I can´t Sleep, I Can´t Sleep, y regresa Kokoro de entre la niebla y se queda alguna parte de la habitación, en compañía de alguna araña casera acechando polillas entre el polvo que se acumula en esta soledad. Imaginar es vivir la vida como tu quieres, usando lo poco que queda en el disco duro arrancamos e inventamos otro mundo más feliz o más cruel o peor aun más real, se trata a veces de prolongar lo inevitable, se trata a veces de que lo finales no existen y los reinicios suelen ser sólo un juego de palabras.

Conocí una japonesa cuando tenía 19 años una tía de 29 años pero que parecía de 17, biotipo raro la de estos japoneses, muy linda la “chica” Kokoro Nishimura, llegó a mi vida de casualidad porque una amiga mía se casaba con un japonés que conoció mientras trabajaba en la embajada peruano japonesa en Lima, vino a la boda y se quedó un par de meses, yo mongo a esa edad y ahora también sigo mongo; pero fueron esas circunstancias en que las cosas van a suceder aunque parezcan que no sucederán; suceden y así fue. Nos conocimos en la boda y entablamos una relación muy rápido en sólo un mes ya éramos enamorados y en los dos meses siguientes me mudé a vivir con ella, en esos meses nos concentramos mucho en el sexo, casi en todo momento y casi en cualquier lugar. Kokoro gemía con voz delgada como si estuviera llorando y todo el tiempo. La gente creía que yo estaba con ella por interés para que me llevará a su país a chambear o eso, pero la verdad que en esas épocas estaba descubriendo el sexo aunque tardíamente y sólo era que me gustaba mucho y me excitaba porque además estaba linda y era sexo disponible casi en todo momento, era mejor que jalarse la tripa todos los días, que suerte tenía en esas épocas, aunque luego me di cuenta que le quería y que me había enamorado hasta los huesos. Yo le hablaba de cine japonés un poquito, porque ella sabía más de animes, aunque eso lo olvidábamos pronto y pasábamos a lo nuestro, cuando quería sexo le agarra de su chochito y yo le recordaba a Nagisa Oshima, -un viejo feo que estudió Derecho y llegó a ser un muy buen director de cine japonés- y ella se reía también con voz delgadísima. Cuando se fue regrese a la miseria ósea a la paja, a la soledad y un poco también a la tristeza, una completa mierda. Un día cuando me fui al trabajo, después de la universidad, me llamaron a la tienda donde cambiaba dólares y me avisaron que recogiera a mi “novia” era una voz de tombo, así les llamamos a la policía acá, pero no delante de ellos- sentía que era la voz de un tombo y luego lo confirme, estos tíos tienen un modo singular de hablar, su voz firme y con autoridad me asustó un poco, pero siempre me asustaban desde niño, no sé por qué, aproposito necesitamos más policías en está ciudad. Kokoro la japonesita que ya era mi flaca había subido a Sacsayhuaman de turista ya casi entrada la noche y mientras regresaba caminando por la carretera y en la parte más oscura le cogieron dos tipos encapuchados le quitaron su mochila y le obligaron a que se bajara el pantalón, luego uno de ellos le agarró de la boca mientras se bajaba el cierre de la bragueta, le tapaba con sus manos muy fuerte su pequeña boca, y ella primero trataba de gritar luego sólo lloraba muy asustada, y asi se turnaron los tipos mientras uno vigilaba el otro abusaba de Kokoro. Las luces de los carros pasaban tenues sin percatarse de lo que sucedía prolongaban la desesperación de la japonesita y aumentaban la ansiedad de los violadores, Kokoro intentó escapar pero no podía, hasta que un carro pasó demasiado cerca del lugar en donde sucedía y por el susto de ser descubiertos los tipos escaparon. Los policías la encontraron sentada de cuclillas al borde de la carretera llorando y muy asustada, le preguntaron qué había pasado, le llevaron a la comisaría y denunció sólo el robo de la mochila, nada más, todos supusieron que sólo fue un robo y que la desesperación y los nervios eran por el susto del supuesto asalto, no les dijo nada más, creo que las mujeres del Japón son casi iguales a las de este país o las de Honduras o Dinamarca, que a veces callan ciertas cosas que no deben callar. No supe como consolarla estuvo llorando mucho tiempo en la ducha, cuando salió tenía la palma de sus manos muy blancas y arrugadas, como pedazos de cuero remojados, y su piel era la de un fantasma porque demasiado tiempo bajo el agua. Le di un calmante y aun así seguía sollozando; a partir de ese día nunca volvió a salir sola y yo tampoco la dejaba sola. De pronto entristeció decidió regresar a su país.

Recuerdo a Kokoro con su castellano recontra pateado, recuerdo sus ojitos como dos pececitos que se movían rápido en un charco de agua transparente, su nariz de uva y sus labios de cerezas pegajosas parecía como que siempre querían besarme. Recuerdo que cuando se fue me abrazo muy fuerte y yo aun movido por la resaca de la noche anterior, no supe qué hacer. Me dijo “no te olvides nunca de tu japonesita”, después me quede recontra solo, las noches no podían haber sido más negras, las tardes eran más solitarias y tristes que de costumbre. No, no la quería ni mierda, pero extrañaba tanto que estuviera colgada de mi cuello, sus pasos pequeños apresurados tratando de alcanzarme entre la gente y yo que no soltaba sus manos. Extrañaba agarrarle el culo y que ella estuviera siempre con su sonrisa, como que feliz, cuando estaban mis manos sobre su cuerpo como quién dice que le encantaba estar a mi lado. Recuerdo que buscaba parques vacios para contarme de aquel otro lado del mundo y decía que este frio era nada en comparación del invierno del lugar donde nació, que este frio era más bien nostálgico, que el aire de esta ciudad golpeaba su tranquilidad y la entristecía.

A veces Kokoro en mi memoria es bruma, y la bruma desaparece entre la bruma.

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lunes, 3 de mayo de 2010

R Pisstol

El Hombre Que (Se) Inventó Machupicchu. En Juliaca.

Siempre he pensado que después de que las tropas del Imperio acaben con los musulmanes y sus ciudades deberían venirse a dar una vuelta con sus bombas inteligentes por aquí. Estoy todo el rato pensado que esta ciudad es el pueblo más horrible del mundo. Uno de los dos o tres únicos lugares donde el mundo merece una ejemplar limpieza nuclear.
No sé cómo es que yo vine a dar aquí. Supongo la falta de empleo en otra ciudad. Antes yo bebía demasiado por la falta de empleo, ahora tengo un empleo y (lo conseguí con esa condición): NO puedo beber. Ahora administro un depósito de cerveza.
No hablo de un depósito cualquiera. De una botillería mas o menos provista. Para eso no se necesita un administrador con estudios universitarios como yo, sino apenas un tipo sin nada mejor que hacer que estar despierto las 24 horas. Lo que yo administro es un verdadero depósito. El más grande de esta ciudad. Desde mi oficina puedo ver a veces unas 5 mil, 6 mil, hasta una vez, más de 12 mil cajas de cerveza. Una sobre otra. En el patio de descargas, encima de los tráileres. No sean. Calculen rápido cuántas botellas hay en 12 mil cajas de cerveza.
Y yo no puedo agarrar una maldita botella. Cada mañana, cuando entramos al trabajo, desde mi hasta el último tío, el tío que limpia el baño, pasamos por el control: soplamos el bendito detector. Un vaso de cerveza la noche anterior o lo que fuera y estás fuera. La traza molecular del alcohol es imposible de esconder. Hagas lo que hagas. Si das positivo te hacen una prueba de sangre. Si das positivo estás fuera. Si apelas envían una muestra hasta Lima, de ahí no hay salida.
En cualquier caso, si lo envían a Lima y por si las dudas, mejor renuncias. La duda no favorece al reo, sino al dueño.
No es que me haga gracia, obvio, pero el dueño de la empresa es un puto fanático imbécil y cagado y estricto csm antialcohol. Pero, otra vez, un empleo es un empleo y además gano bastante bien. Viajo cada dos fines de semana a Arequipa. En AVION.

Tengo una secretaria. Es guapa, no digamos ni mucho ni poco sino suficiente. Vive en un asentamiento humano que se llama Señor de Torrechayoc, así que ya imaginarán. No es que tenga los dientes de modelo. Es que tiene algo. Tampoco bebe, así que en estos días no hay forma humana de invitarle a salir. Todos los malditos días viene con una jodida falda larga a flores. No le he preguntado, pero supongo que es una puta religiosa.

Pero pero pero, eso es otro asunto. Hablaba sobre esta ciudad, la más horrible del mundo. Juliaca. No es como Machupicchu. El otro día pasaron por aquí unos amigos de Arequipa regreso de sus vacaciones por ahí. El paraíso entre las ruinas que me contaron. Donde la coca y las gringas y eso.