Siempre he pensado que después de que las tropas del Imperio acaben con los musulmanes y sus ciudades deberían venirse a dar una vuelta con sus bombas inteligentes por aquí. Estoy todo el rato pensado que esta ciudad es el pueblo más horrible del mundo. Uno de los dos o tres únicos lugares donde el mundo merece una ejemplar limpieza nuclear.
No sé cómo es que yo vine a dar aquí. Supongo la falta de empleo en otra ciudad. Antes yo bebía demasiado por la falta de empleo, ahora tengo un empleo y (lo conseguí con esa condición): NO puedo beber. Ahora administro un depósito de cerveza.
No hablo de un depósito cualquiera. De una botillería mas o menos provista. Para eso no se necesita un administrador con estudios universitarios como yo, sino apenas un tipo sin nada mejor que hacer que estar despierto las 24 horas. Lo que yo administro es un verdadero depósito. El más grande de esta ciudad. Desde mi oficina puedo ver a veces unas 5 mil, 6 mil, hasta una vez, más de 12 mil cajas de cerveza. Una sobre otra. En el patio de descargas, encima de los tráileres. No sean. Calculen rápido cuántas botellas hay en 12 mil cajas de cerveza.
Y yo no puedo agarrar una maldita botella. Cada mañana, cuando entramos al trabajo, desde mi hasta el último tío, el tío que limpia el baño, pasamos por el control: soplamos el bendito detector. Un vaso de cerveza la noche anterior o lo que fuera y estás fuera. La traza molecular del alcohol es imposible de esconder. Hagas lo que hagas. Si das positivo te hacen una prueba de sangre. Si das positivo estás fuera. Si apelas envían una muestra hasta Lima, de ahí no hay salida.
En cualquier caso, si lo envían a Lima y por si las dudas, mejor renuncias. La duda no favorece al reo, sino al dueño.
No es que me haga gracia, obvio, pero el dueño de la empresa es un puto fanático imbécil y cagado y estricto csm antialcohol. Pero, otra vez, un empleo es un empleo y además gano bastante bien. Viajo cada dos fines de semana a Arequipa. En AVION.
Tengo una secretaria. Es guapa, no digamos ni mucho ni poco sino suficiente. Vive en un asentamiento humano que se llama Señor de Torrechayoc, así que ya imaginarán. No es que tenga los dientes de modelo. Es que tiene algo. Tampoco bebe, así que en estos días no hay forma humana de invitarle a salir. Todos los malditos días viene con una jodida falda larga a flores. No le he preguntado, pero supongo que es una puta religiosa.
Pero pero pero, eso es otro asunto. Hablaba sobre esta ciudad, la más horrible del mundo. Juliaca. No es como Machupicchu. El otro día pasaron por aquí unos amigos de Arequipa regreso de sus vacaciones por ahí. El paraíso entre las ruinas que me contaron. Donde la coca y las gringas y eso.
No sé cómo es que yo vine a dar aquí. Supongo la falta de empleo en otra ciudad. Antes yo bebía demasiado por la falta de empleo, ahora tengo un empleo y (lo conseguí con esa condición): NO puedo beber. Ahora administro un depósito de cerveza.
No hablo de un depósito cualquiera. De una botillería mas o menos provista. Para eso no se necesita un administrador con estudios universitarios como yo, sino apenas un tipo sin nada mejor que hacer que estar despierto las 24 horas. Lo que yo administro es un verdadero depósito. El más grande de esta ciudad. Desde mi oficina puedo ver a veces unas 5 mil, 6 mil, hasta una vez, más de 12 mil cajas de cerveza. Una sobre otra. En el patio de descargas, encima de los tráileres. No sean. Calculen rápido cuántas botellas hay en 12 mil cajas de cerveza.
Y yo no puedo agarrar una maldita botella. Cada mañana, cuando entramos al trabajo, desde mi hasta el último tío, el tío que limpia el baño, pasamos por el control: soplamos el bendito detector. Un vaso de cerveza la noche anterior o lo que fuera y estás fuera. La traza molecular del alcohol es imposible de esconder. Hagas lo que hagas. Si das positivo te hacen una prueba de sangre. Si das positivo estás fuera. Si apelas envían una muestra hasta Lima, de ahí no hay salida.
En cualquier caso, si lo envían a Lima y por si las dudas, mejor renuncias. La duda no favorece al reo, sino al dueño.
No es que me haga gracia, obvio, pero el dueño de la empresa es un puto fanático imbécil y cagado y estricto csm antialcohol. Pero, otra vez, un empleo es un empleo y además gano bastante bien. Viajo cada dos fines de semana a Arequipa. En AVION.
Tengo una secretaria. Es guapa, no digamos ni mucho ni poco sino suficiente. Vive en un asentamiento humano que se llama Señor de Torrechayoc, así que ya imaginarán. No es que tenga los dientes de modelo. Es que tiene algo. Tampoco bebe, así que en estos días no hay forma humana de invitarle a salir. Todos los malditos días viene con una jodida falda larga a flores. No le he preguntado, pero supongo que es una puta religiosa.
Pero pero pero, eso es otro asunto. Hablaba sobre esta ciudad, la más horrible del mundo. Juliaca. No es como Machupicchu. El otro día pasaron por aquí unos amigos de Arequipa regreso de sus vacaciones por ahí. El paraíso entre las ruinas que me contaron. Donde la coca y las gringas y eso.
1 comentario:
sip. bueno. me gusta pardiez
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