viernes, 26 de octubre de 2007

yachaj


INUNDACION (FINAL)

Me despierto uno de esos prósperos días donde no faltaba compañía y donde todos me oían, donde no me era necesario sumergirme para aprovisionarme porque todo lo traían del exterior, ¿o del interior?, ¿Quién sabe?, la galaxia de aleja del centro del universo, ¿del centro? , ¿Quién sabe?...es por eso que no creo…

Me despierto uno de esos días y mi jodida ciudad inundada ya no es más que un vertedero y, lo peor de todo, ya no es mía.

Es cuando comenzó, o por lo menos cuando me propuse empezar mi apología apocalíptica, algunos dirán que fue desde el principio, ¿pero ellos que saben, en verdad, de mi?, y, es de demás esta pregunta pero… ¿qué se de mí?

Respuesta: ¿quién sabe?... la galaxia se sigue alejando del centro del universo…

Pero la visión, aunque propuesta, era clara, desapareceríamos como especie o como especímenes de un universo portentoso y ¿de su centro?, ummm, ¿Quién sabe?...

No vaticine una era de recogimiento, sólo que desapareceríamos, el mensaje de esperanza no se de donde lo sacaron, supongo que en estas aventuras siempre hay un arriesgado que toma la palabra del profeta para convertirse en mesías, o del alucinado para convertirse en loco…

Y así los adeptos más que desaparecer aumentaron, nunca dije que era inteligente, todo lo hacia porque sí, y siempre lo que hacia estaba mal, es por eso que no tenia nada que salvar el día en que se inundo la ciudad.

La histeria era recurso de todos los días y el vertedero se volvió en una Nueva Venecia caótica con suicidios colectivos y planes de reencarnación (reencarnación¿?) en una roca o un mineral más perdurable.

Entonces antes que aparezca el loco, cree el mesías y que mejor que alguien de mi confianza.

Saque de sus devaneos de crear una Nueva Venecia al joven arquitecto al nombrarlo El Esperado; quien puede negar a un profeta su predicción.

El Esperado dio nueva esperanza y ceso el caos, la histeria y los suicidios… y lo más importante:

Me dejaron en paz.

Mi vida sexual bajo, pero se veía venir; con toda esa honda de santidad que traen estos eventos.

Total, ya tenia mis encaminadas en el practico servicio de llegar a la divinidad mediante el coito permanente, entonces, sólo me quejaba de la poca variedad de nuevas sacerdotisas y de la perdida de ellas para hacerse nuevas magdalenas.

Bueno, todo se estabilizo, éramos una comunidad agradable. Locos jipillosos que no molestaban al establiments porque vivíamos en una ciudad inundada.

Hasta que ocurrió, comenzó con un pequeño remezón y las aguas comenzaron a bajar. La histeria era santa, el regocijo tremendo, los fieles esperaban la hora…

¿Yo?, yo me había vuelto un ser sin conciencia, gordo a no poder, cochino sino fuera por mis concubinas y sus corrientes baños de esponja que me daban cuando estas estaban lucidas, era Ginsberg, era un Juan desalineado y sin nada de forma.

Bueno, estaba ahí con el licor que nunca faltaba y una que otra droga, unas rastreras a mis lados, cuando sucedió…

Nadie grito, ya lo dije, todos lo esperaban, menos yo, y yo y solamente yo grite:

¡TERREMOTO!





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